Poker de Espanto en el Caribe

Modified: 27th Apr 2017
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Póker de Espanto en el Caribe

Introducción

Algunas regiones en América Latina han sido escenario de una variedad y amplia de sangrientas dictaduras, y por periodos tan prolongados, como el Caribe. Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana; Anastasio Somoza, Tacho, en Nicaragua; Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, y Fulgencio Batista en Cuba, constituyen las cuatro tiranías que en la década de los cincuenta del siglo XX armaron un Póker de espanto en el Caribe.

Su autor, Juan Bosch, uno de los más destacados líderes políticos, intelectuales y humanistas dominicanos, que pasó veintitrés años de su vida en el exilio, analiza las causas económicas, sociales, políticas e incluso psicológicas que dieron origen y sostuvieron dichas dictaduras.

La obra, escrita de salto en salto, de país en país, de exilio en exilio, en una América Latina convulsionada, con golpes de Estado, tiranicidios, guerras civiles y revoluciones armadas, refleja, como ninguna, los procesos del exilio a los que tantos se han visto obligados, en América Latina y el Caribe, víctimas del despotismo.

A más de cincuenta años de haber sido escrito, Póker de espanto en el Caribe es un clásico en su género. La Universidad Nacional Autónoma de México se honra en editar en México esta obra fundamental para la comprensión de los procesos sociales y políticos en América Latina y el Caribe, a cien años del natalicio de su autor.

Biografía del autor

Juan Bosch nació en La Vega, República Dominicana, el 30 de junio de 1909 y murió en Santo Domingo el 1 de noviembre de 2001. El profesor Juan Bosch, narrador, ensayista, educador, historiador, biógrafo, político, ex-presidente de la República Dominicana, inició su carrera literaria con un pequeño libro de cuentos, Camino Real (1933), donde narraba en gran parte lo que había visto, escuchado y vivido en su pueblo, La Vega. De esa misma época, es su primera novela breve La Mañosa (1936), donde el personaje central es una mula y el narrador es un niño enfermizo.

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Después, antes de salir al exilio, donde viviría durante más de veinte años, el precursor del cuento dominicano publicaría sus cuentos en periódicos y revistas dominicanas. De aquella época son «La mujer» (cuento que ha sido seleccionado por casi la totalidad de las antologías de cuentos de Hispanoamérica), «Dos pesos de agua» y «El abuelo». Pero cuando el profesor Bosch regresó a la República Dominicana, apenas los más viejos conocían que era cuentista. A su llegada, se reunieron sus cuentos en dos volúmenes: Cuentos escritos en el exilio (1964), que incluía «Cuento de Navidad» y «Manuel Sicurí», publicados en ediciones independientes en el extranjero, y Más cuentos escritos en el exilio, (1964), donde se incluyeron, también, cuentos publicados en ediciones independientes, como «La muchacha de la Güaira», publicado en Chile, en 1955.

Pero Bosch ya había publicado libros, en el extranjero, no precisamentede cuentos, que lo habían dado a conocerer en otros países como biógrafo y ensayista, antes que en su propio país, como Hostos, el sembrador (Cuba, 1939), Judas Iscariote, el calumniado (Chile, 1955). Aunque dejó de escribir cuentos desde los años sesenta (el último o escribió para una antologia de cuentos para niños, preparada por el pianista, poeta y dramaturgo Manuel Rueda), el profesor Bosch es reconocido como el precursor del cuento y, sobre todo, de la narrativa social dominicana.). Con una prosa imitada por pocos narradores dominicanos de hoy (por lo díficil, aunque se trate de decir lo contrario), en los cuentos de Bosch la problemática social (la preocupación por el hombre y por la fuerza de los procesos sociales que ejercen sobre el individuo) es tratada desde diferentes ángulos, sin hacer, casi siempre, alusión a sistemas o gobiernos determinados.

Pero no sólo los cuentos del profesor Bosch son guías para el cuentista, si no que sus Apuntes sobre el arte de escribir cuentos es un texto para los estudiantes de otros países como Cuba, llegando a llamar la atención del narrador colombiano Gabriel García Márquez, quien ha declarado más de una vez que Bosch es su profesor). La última creación narrativa del profesor Bosch, la novela El oro y la paz (Premio Novela Nacional de Literatura, 1975), aunque escrita en dos versiones, a primera en 1957, mientras el escritor se hallaba viviendo en Cuba, en su primer exilio, y la segunda versión en Puerto Rico, 1964, donde estuvo pasando su otro exilio, es una obra maestra en a Literatura dominicana). Las obras de Bosch comprenden, también, ensayos y biografías de grandes figuras de la historia sagrada. Es díficil, por no decir imposible, resumir los temas en los cuentos de Juan Bosch. Hay, sin embargo, dos preocupaciones que aparecen en sus mejores cuentos: los problemas sociales, y la preocupación filosófica (por no decir, existencial). Ahí están «La nochebuena de Encarnación Mendoza» (para nosotros, su cuento más perfecto), «Los amos», «Luis Pié», «La muchacha de la Güaira», «Dos pesos de agua» y «La mujer» para probarlo.

Producción literaria

Obras:

Narrativa:

Camino Real (1933)

Indios (1935)

La mañosa (1936)

Dos pesos de agua (1941)

La muchacha de la Güaira (1955)

Cuentos de Navidad (1956)

Cuentos escritos en el exilio (1962)

Más cuentos escritos en el exilio (1962).

El oro y la paz (1975

Ensayos:

Mujeres en la vida de Hostos (1938)

Hostos, el Sembrador (1939)

Apuntes sobre el arte de escribir cuentos (1947)

Judas Iscariote, el Calumniado (1955)

Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo (1961)

David, biografía de un rey (1963)

Breve historia de la oligarquía (1970)

Composición social dominicana (1970)

Tres conferencia sobre feudalismo (1971)

Breve historia de la oligarquía (1971)

El Napoleón de las guerrillas (1976)

El Caribe, fronterra imperial: de Cristóbal Colon a Fidel Castro (1978)

Viaje a las antípodas (1978)

Conferencias y artículos (1980)

La revolución de abril (1980)

La guerra de la Restauración (1980)

Clases sociales en la República Dominicana (1983)

Capitalismo, democracia y liberación nacional (1983)

La fortuna de Trujillo (1985)

La pequeña burguesía en la historia de la República Dominicana (1985)

Capitalismo tardío en la República Dominicana (1986)

Máximo Gómez: de Monte Cristi a la gloria (1986)

El Estado, sus orígenes y desarrollo (1987)

Textos culturales y literarios (1988)

Dictaduras dominicanas (1988)

Póker de Espanto en El Caribe. Temas económicos (1990)

Breve historia de los pueblos árabes (1991).

Aportes dado a la literatura

Juan Bosch fue un hombre de pensamiento y acción en todo lo que se propuso, marcando auténticamente con sus aportes políticos y literarios a la sociedad dominicana. De sus contribuciones a la política nacional queda poco de qué hablar, mientras que de su pasado literario todavía van surgiendo detalles que terminarán conformando definitivamente el perfil del que fue el más destacado literato dominicano del siglo XX.

En principio, en el campo de la poesía Bosch se declaró admirador del Movimiento Postumista, pero en el cuento y la novela quiso crear su propia escuela, a la que bautizó “El Conchoprimismo Literario”, no sin que aparecieran, en el mundo literario dominicano, los que se burlaron y trataron de ridiculizarlo.

La escuela “conchoprimista” que Bosch intentó establecer en 1934, partía del criterio de que en la República Dominicana y el arte “tenían que hacerse sobre tradiciones criollas”, tomando como materia prima lo que había significado en nuestra historia el personaje de Concho Primo, caracterizado por el coraje, el instinto, la generosidad y el fuego que incendiaba su sangre y la carne: “Concho Primo fue cada hombre que dejó el quicio de su casa, al brazo el machete, a la cintura el revólver, bajo las piernas el espinazo del caballo, a quienes no empujaba el deseo de hacerse libres, ni ricos, ni de volver aureolados de glorias para ofrendarlas a una mujer”. Su novela La Mañosa fue la conclusión de aquel esfuerzo.

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Aunque Juan Bosch ya había publicado numerosos cuentos, cuando comenzó a promover su “escuela” era todavía un desconocido en el mundo literario dominicano y hasta lo creían inexistente pues había gente que creía que nombre era el seudónimo de algún intelectual interesado en que no se conociera su verdadera identidad. El Conchoprimismo estaba influenciado por el Criollismo, de moda entonces en Latinoamérica. Bosch define su escuela con las siguientes palalabras: “Aquí en Santo Domingo, quizás si a consecuencia de pobreza en la flora y fauna y también ausencia de una raza nuestra, nos hemos dedicado a los acontecimientos y con ellos a los hombres. Pero éstos, manejados como cosa: instintivos, impulsivos, bastos. Nada de pensamiento destilado. Y como no tenemos otra historia que la de la sangre, hemos tomado la bandera que yacía en el suelo, pudriéndose, desde la llegada de los yanquis. La hemos tremolado, así desgarrada, enfangada y hedionda. Ahí ha nacido el “Conchoprimismo literario”, que lo será artístico antes de poco tiempo en todo el frente de las artes”.

Juan Bosch fue desde el principio cuentista y se dio a conocer a partir de 1931 en la revista Bahoruco, dirigida por el venezolano Horacio Blanco Bombona: “Un buen cuentista dominicano”, titulaba Blanco Bombona, y decía “Hemos publicado en los últimos números de Bahoruco cuentos del escritor dominicano Juan E. Bosch. No nos gusta prodigar elogios a diestra y siniestra, porque creemos que ese sistema ha malogrado a más de un joven escritor que con esfuerzo y estudio pudo hacer algo que valiera la pena. Pero no queremos dejar pasar inadvertida la capacidad de nuestro colaborador Bosch para el cuento. En breves páginas capta un suceso, un ambiente y con una sobriedad, digna de encomio, escribe su relato. Nos parece que a la República Dominicana le ha aparecido un buen cuentista. Bosch es vegano de nacimiento y acaba de retornar al país de un viaje de dos años por la península y por algunos países de Hispanoamérica de los que rodean el mar Caribe”.

En los cuentos aparecidos en Bahoruco ya se iba definiendo el costumbrismo campesino dominicano en que desembocaría el “Conchoprimismo”. En Carteles, revista cubana que se leía en Santo Domingo, apareció en marzo de 1932 el siguiente comentario sobre uno de sus escritos: “La Mujer, un cuento de Juan Bosch, el primer cuentista dominicano del momento. Domina el género y tiene la rara virtud de narrar con una sencillez que da relieve al tema. La Mujer es una tragedia rural dominicana”.

Refiriéndose a ese comentario de la revista Carteles, se dijo en Bahoruco: “Hace un año comenzó Bosch a publicar sus cuentos en este semanario. Desde el primer cuento advertimos que se trataba de un vigoroso talento de narrador, que pinta las costumbres campesinas en una sobria y precisa prosa. En una palabra, que había alcanzado maestría en el difícil arte del cuento a una edad muy temprana, pues Bosch en la actualidad sólo cuenta veinte y tres años. Nosotros repetimos varias veces que no conocemos sino dos grandes cuentistas dominicanos, entendiendo por tales a los que tratan temas criollos. Uno era José Ramón López en sus buenos tiempos. El otro es Bosch”.

A principio de 1933 Bosch leyó cuentos junto a Fabio Fiallo y Tomás Hernández Franco en los salones del Club Nosotras. En la crónica noticiosa aparecida sobre esta actividad, se lee lo siguiente: “Fue anunciada la lectura de cuentos de tres de nuestros cuentistas, Juan Bosch, Hernández Franco y Fabio Fiallo. Bosch, el menor y el primero, es cuentista de procedimientos modernísimos. Nada de autobiografía, ni de propia psicología. Es la vena de agua pura y cristalina que lleva, sin saberlo, el alma de nuestra montaña.

En el año citado, publicó Juan Bosch su primer libro de cuetos, Camino Real, terminando de situarse como el mejor narrador dominicano y rompiendo con la creencia generalizada de que él “era un seudónimo y era, sin embargo, nuestro mejor cuentista. Aun después de haber publicado muchos cuentos en las columnas de este semanario, se nos decía como dudando de su existencia: ¿Y ese Bosch, a quien nunca hemos visto, donde vive? Y respondíamos invariablemente: Escribe, luego existe y mora en la Avenida Capotillo”

Desde antes de 1934 Bosch se batía en una descarnada polémica pública con Héctor Incháustegui Cabral y otros de sus compañeros, quienes criticaban sus poemas y narraciones costumbristas. Refiriéndose a Bosch y a su “escuela”, Incháustegui cuenta en el “Pozo muerto” (1960), detalles de ese debate: “Como creía en los nacional le hicimos la guerra a cuantos pretendieron injertar en la literatura dominicana el Romanticismo Gitano de García Lorca. Pero no era contra el poeta, fue contra el programa, vamos a llamarlo así, de los que consideraban que era necesario, para la tradición y para la historia, que se cantara en romance la vida, las hazañas, de los grandes de las guerras civiles. Una persona, que no era poeta, lanzó la idea, trazó el ideario diríamos mejor, desde las páginas de Bahoruco (…). Entonces escribía unos Marginales. Una sección un poco en broma (…). No recuerdo todo lo que dije, pero le debió parecer muy fuerte. Hablaba, eso sí lo recuerdo, de un “polizón sentimental”que nos acababa de llegar de España, de un contrabando literario que estaban tratando de introducir en el país. Se molestó muchísimo y me salió al encuentro la semana siguiente. (…). Aquello era la indignación patriótica en letras de molde. (…). Blanco Bombona me llamó. Debía tener cuidado porque ése era un muchacho violento. Lo mejor era dejar las cosas en donde estaban y no replicar para evitar desagrados más profundos. Yo sonreí. Él era amigo mío y la disputa se limitaba al puro campo literario.”

Bosch llegó en aquellos meses a anunciar, cuando publicó “El cobarde”, que se retiraría del cuento costumbrista dominicano, lo que llevó a Blanco Bombona a decir: “Ni debe, ni puede. No puede porque el alma de su pueblo le bulle en el sensorio de manera tal, que él no tendría fuerza para evadir el imperioso reclamo a la hora de la creación literaria. No debe: porque seria restarle a su patria un aporte que la significa y la cataloga dentro de un género literario. Esperamos, pues, que esta resolución de Bosch, sea transitoria”. Bosch, además de escribir cuentos escribía y publicaba en Alma Dominicana poemas costumbristas, un poco influenciado por el Romancero español. En Alma Dominicana Juan José Llovet y Juan Bosch eran los redactores, mientras que Emilio A. Morel era el director.

La admiración de Bosch por los escritores que se ubicaban en el “Conchoprimismo”lo llevó en agosto de 1935, a promoverlos, como hizo con José Rijo, por tener éste el “corazón machacado en el pilón del campo y rezumante de todas nuestras virtudes, me parece haber encontrado un verdadero cuentista. (…). Dos cosas admiro en José Rijo, su personalidad, ya que no se parece a ningún escritor dominicano, y el amor con que carga ‘su provincia al pecho’. Eso lo salvará. Por órgano suyo ruego a los jóvenes maestros del cuento nacional (maestros, no por lo que hayan hecho, sino por lo que critican y por la arrogancia y aparente erudición que manejan), no ver en este primer cuento los defectos”.

El aporte de Bosch fue universalizar lo dominicano en la literatura. Lo que dijo sobre Rijo, fue lo que al final lo inmortalizó a él en la política y la literatura universal: el amor con que siempre cargó la patria en su pecho; mientras que muchos de sus críticos son hoy pasto que devora la historia.

Movimiento Literario al que Pertenece el Autor

Formó parte en la capital dominicana del grupo literario que se denomino “la cueria”. Los últimos años de la década del 20 comenzó a acariciar la idea de escribir una novela y entregándose a esta labor, logro poner fin a la misma, coronando sus esfuerzos mediante la publicación de “la mañosa”, años después. En principio, en el campo de la poesía Bosch se declaró admirador del Movimiento Postumista. La escuela “conchoprimista” que Bosch intentó establecer en 1934, partía del criterio de que en la República Dominicana y el arte “tenían que hacerse sobre tradiciones criollas”,

Breve Resumen de la Obra

Anastacio Somoza, la carta nicaragüense

Ningún pueblo de América nos ofrece una lección tan cabal como el de Nicaragua, en lo que se refiere a los frutos le la política caudillista ejercida en las cercanías de un poder en crecimiento listo a aprovechar la menor grieta para penetrar por ella y aumentar su expansión

Los sucesos ocurrieron a mediados del siglo XIX, y al darse por terminados volvió el pueblo nicaragüense a dividirse en conservadores y liberales, los dos partidos que han señoreado el campo político nacional, separados al parecer por diferencias ideológicas pero unidos en un mismo procedimiento caudillista.

En 1893 tomaron el poder los liberales, después de treinta años de gobierno conservador. El presidente liberal, José Santos Zelaya, estableció una dictadura que iba a durar diecisiete años, hasta fines de 1909. Esa dictadura no pudo ser más inoportuna, pues desde que en 1898 los Estados Unidos adoptaron la política de franca intervención, con fuerzas militares, en la zona del Caribe, toda conducta política tenía que ser planeada tomando en cuenta el peligro de una posible intervención. Un régimen tan duro como el de Zelaya dividía al pueblo nicaragüense mucho más de lo que ya lo estaba; ponía a su frente, de manera irreconciliable, no sólo a los perseguidos conservadores, sino además a la juventud, que en todas partes es generosa y enamorada de la dignidad; y gran parte de esos jóvenes pasaban a engrosar las filas conservadoras o, sin hacerlo, se mantenían en lucha contra la dictadura.

El país está situado en el mismo corazón de Centroamérica, con Costa Rica al sur, Honduras y El Salvador al norte, al este el mar Caribe y al oeste el Pacífico. La mayor parte de la población ocupa más o menos un tercio del territorio, el que está situado ente el sistema montañoso que da al Pacífico y ese mar; y aun esa tercera parte se concentra más bien en un triángulo formado entre Granada, al sur, León al norte y la capital, Managua. Al sur, pegado a la frontera de Costa Rica en su orilla meridional, está el lago de Granada o lago de Nicaragua; en la orilla occidental, la ciudad que le da nombre. Ese lago se comunica con el Caribe por el río San Juan. Por allí subían los piratas y atacaban la ciudad de Granada. Por allí se pensó cavar el canal que después se hizo en Panamá.

Durante largos años los nicaragüenses soñaron con que su territorio seria usado en la gran vía transmarina; y de hecho fue puente del Caribe al Pacifico cuando el descubrimiento de oro en California lanzó a miliares y millares de aventureros de la costa este norteamericana a las lejanas costas del Oeste.

Hacia 1909 Washington descubrió que el dictador Zelaya estaba negociando acuerdos con Alemania y con el Japón para la construcción de un canal por esa ruta. El canal de Panamá no estaba inaugurado todavía; pero no tardaría en estarlo. Y Panamá era una lección demasiado dramática para no tomarla en cuenta.

Ese recién nacido país no existía en 1902; era una provincia colombiana, y surgió como nación independiente a voluntad de Teodoro Roosevelt (aunque desde luego Roosevelt estaba actuando como delegado de muy vastos y complicados intereses) cuando Colombia se negó a aceptar las condiciones que imponía Washington para abrir el canal por el istmo panameño. El mismo Roosevelt lo diría en público ocho años después del establecimiento de la República de Panamá.

Los conservadores habían producido numerosos levantamientos durante la administración de Zelaya; y a los conservadores volvieron sus ojos en Washington cuando se enteraron de las inoportunas negociaciones de Zelaya con alemanes y japoneses. El acuerdo entre conservadores y norteamericanos iba a durar años, y sería funesto para la vida de Nicaragua. Pero como se verá a su tiempo, los liberales no pueden acusarlos porque ellos acabaron desplazando a sus adversarios en el favor de los gobernantes estadounidenses y llegarían a extremos a que no llegaron aquéllos. Y es que bajo las etiquetas de partidos opuestos se guarecían en realidad dos huestes caudillistas, a cuyos líderes les interesaba el poder para ellos más que el destino de su pueblo.

En octubre de 1909 el jefe de la guarnición de Bluefields, en la costa del Caribe, se levantó contra el gobierno de Managua. Era un liberal, pero se alió con los conservadores. Estos garantizaban la ayuda norteamericana al movimiento. La ayuda llegó a tiempo, con un cable del Secretario de Estado de Washington conminando a Zelaya a abandonar el poder o exponerse a ser atacado por la Infantería de Marina norteamericana.

El ministro de la Guerra se alzó en armas; el presidente solicitó el desembarco de tropas norteamericanas, que lo hicieron por el puerto de Corinto. La Infantería de Marina yanqui sometió a los rebeldes a cañonazos, y el jefe del alzamiento fue hecho preso y enviado, no a una cárcel nicaragüense, sino aun presidio de la zona norteamericana del Canal de Panamá!.

Después de haber debelado ese alzamiento el grueso de los infantes de marina salió de Nicaragua, pero quedó en Managua, la capital del país, una guarnición de algunos centenares de hombres cuya función aparente era proteger la Legación de los Estados Unidos; en realidad, su papel era advertir a los liberales que no se rebelaran. Para Washington, liberales en el poder significaba canal en Nicaragua manejado por potencias extranjeras.

Desde 1912, después de la intervención armada extranjera en su favor, gobernaron los conservadores en paz y se celebraron y se ratificaron los pactos necesarios para garantizar que sólo los Estados Unidos podrían hacer un canal por Nicaragua, si algún día se construía. No hubo dictaduras conservadoras parecidas a la de Zelaya, pero hubo dieciocho años de gobierno con ninguna participación de los liberales. Bajo el amparo si se prefiere, por más justo, bajo el tutelaje de Washington proseguía la división de la gran familia nicaragüense; esa división agravaba, en vez de resolver, los problemas nacionales. Pero los norteamericanos veían los problemas desde el punto de vista de su interés; no paraban mientes en el interés de Nicaragua. Esa división fue causa de que en 1926, con el apoyo del gobierno mexicano, encabezado entonces por Plutarco Elías Calles, los liberales iniciaran una revolución, que comenzó por Puerto Cabezas, también en la costa del Caribe. De inmediato surgió a la superficie la alianza de conservadores y norteamericanos. La revolución tomó Puerto Cabezas y formé gobierno bajo la presidencia de Juan Bautista Sacasa; sus tropas, al mando militar del general José María Moncada, avanzaron hacia el interior. El 23 de diciembre intervino Washington en los sucesos dando a Sacasa veinticuatro horas de plazo para que abandonara Puerto Cabezas porque el territorio de esa zona había sido declarado neutral por la Infantería de Marina norteamericana. Esta tomó el lugar y echó al fondo del mar las armas de la revolución. Las fuerzas de Moncada avanzaban, sin embargo, y se combatía ya tierra adentro.

En el año de 1927 comenzó a sentirse en Nicaragua el peso de un nombre hasta poco antes desconocido, el de aquel jefe- cilio derrotado por fuerzas gobiernistas a principios de noviembre de 1926. Habiendo ido a Puerto Cabezas a solicitar del presidente revolucionario armas con que volver a combatir contra los conservadores, el joven Sandino fue despachado con las manos vacías. Entre las mujeres públicas de Puerto Cabezas consiguió unos treinta rifles que ellas habían salvado de las aguas del mar, y unos seis mil tiros; remonté con esa carga el río Coco, en el norte de la parte oriental del país, y organizó un pequeño ejército en las montañas de Las Segovias. se joven guerrillero se había dado cuenta de que no había diferencias fundamentales entre conservadores y liberales:

En 1927, también, comenzó a sonar otro nombre en Ni- ragua, el de Anastasio Somoza, que en virtud del acuerdo los liberales y conservadores bajo la tutela norteamericana, sé a ser jefe político del departamento de León. Se trataba un cargo importante, que tocaba a los liberales. Somoza había sido conservador, pero su matrimonio con una dama de distinguida familia liberal le había llevado a esas filas. Era hijo de un conocido conservador de igual nombre, que varias veces fe senador. Al parecer, Somoza heredó de su padre un temperamento ansioso de poder.

El hijo fue enviado a estudiar a Granada, primero, y después a Filadelfia, donde cursé ciencias comerciales. Allí aprendió el inglés, que le sirvió para ser intérprete de las fuerzas de ocupación. Al volver a Nicaragua trató de establecerse y de hacer algunos negocios, con la ayuda del padre, sin tener buen éxito, y entró en la administración pública como funcionario de Rentas, también sin alcanzar buen éxito. Sus nuevos amigos extranjeros, su parentesco político con una familia distinguida y su presencia misma, que era agradable, le abrieron el camino para llegar a jefe político del departamento de León. Poco después, cuando el general Moncada pasó a ser presidente de la República, le designé su secretario en actividades militares

. El presidente títere José María Moncada designó a Anastasio Somoza subsecretario de Relaciones Exteriores, y desde su nuevo cargo Somoza entabló amistad con el anciano ministro de Norteamérica, cuya esposa, una baronesa alemana, quedó fascinada por la simpatía del joven funcionario. Somoza tenía un carácter festivo y agradable presencia física. Su naturaleza psicolóqica no se parece a la de Trujillo, que es víctima de numerosos complejos de los cuales surge esa presencia a menudo torva o de untuosa melosidad, siempre falsa y excesiva. Somoza era más bien natural, sin tener miedo a la verdad ni a ninguna situación inesperada; dü ,, rápido para el chiste, oportuno, aunque desde luego dado a la vulgaridad tan pronto entraba en confianza. Esa manen e ser, y su tipo latino, le ganaron el favor de la señora baron

Las Segovias, resolvió dejar ese problema en manos nicaragüenses; en vez de soldados suyos, que luchara la Guardia Nacional; si Sandino acababa triunfando que lo hiciera sobre sus compatriotas, no sobre la Infantería de Marina norteamericana. Así pues, los invasores se aprestaron a dejar el país tan pronto como se celebraran elecciones y resultara elegido un nuevo gobernante nicaragüense. Se convocó a comicios y triunfé la candidatura liberal de Juan Bautista Sacasa. El nuevo presidente, que debía tomar posesión de su cargo el lo. de enero de 1933, era tío de la señora De Bayle de Somoza; esto es, tío político del favorito de la señora ministra de Norteamérica.

El día de Año Nuevo de 1933 tomó posesión de la presidencia Juan Bautista Sacasa. Un mes y un día después, el 2 de febrero, el general Sandino firmaba los convenios de paz.

Ya no había un soldado interventor en tierras de Nicaragua. Lo que quedaba allí era una Guardia Nacional, con su segundo jefe ascendido a jefe director; un jefe nicaragüense, con menos responsabilidad y menos escrúpulos que un nativo de Norteamérica. El héroe de Las Segovias debía sospecharlo, pero el curso de los acontecimientos le exigía ignorarlo.

Pues en la historia de Nicaragua él era un parto prematuro, y estaba llamado a ser, por tanto, un mártir y no un realizador

Había transcurrido un año. Empeñado en organizar empresas agrícolas y mineras en la zona nordeste de Nicaragua el general Sandino permanecía alejado de las actividades públicas, rodeado por los veteranos de sus fuerzas y sus familia. res, a quienes quería asociar a los negocios que planeaba. A mediados de febrero a 1934 hizo una visita a Managua. La Guardia Nacional hostilizaba a los sandinistas, exigiendo la entrega de armas que no existían; la intranquilidad agitaba toda la región, y el héroe quería hallar una fórmula para resolver esa situación; a la vez, iba en busca de ayuda para sus empresas.

Mientras esto ocurría otro grupo de quince soldados de la Guardia Nacional, al mando del mayor Policarpo Gutiérrez y el teniente Federico D. Blanco, rodeaban la casa del ministro Salvatierra. Tanto el grupo que mandaba al mayor Delgadillo como este otro que había allanado la residencia del ministro Salvatierra, se mantuvieron en constante contacto por medio de enlaces que iban y venían en automóvil de un lugar a otro. A esa misma hora Tacho Somoza escuchaba un recital que ofrecía la poetisa peruana Zoila Rosa Cárdenas en el Campo de Marte, siendo ésta la primera vez que un acto de esa naturaleza se llevaba a cabo en aquel lugar. Sandino hizo un último esfuerzo, convenciendo al mayor Delgadillo que fuese a ver a Tacho Somoza y -le ‘recordase su reciente amistad, confirmada con el intercambio de fotos en las que se consignaban dedicatorias expresivas y cordiales. El mayor Delgadillo llegó al Campo de Marte y regresó diciendo que no había podido ver al general Somoza y por ende que era del todo imposible hacerle llegar su mensaje

Hasta aquí la prolija exposición del ex teniente Abelardo Cuadra. Su declaración coincide con la del padre de Sandino y la del ministro Salvatierra en los detalles anteriores a la ejecjÓfl, pues ambos fueron presos conjuntamente con el general Sandino y sus compañeros. Coincide también, en líneas generales, con la del presidente de la Cámara de Diputados de Nicaragua, hecha una semana después de los sucesos, vía telefónica, al diario La Hora de San José de Costa Rica. Por su posición, el presidente de la Cámara debía estar enterado de los hechos; y él comienza su breve pero dramático relato dando cuenta de la reunión de Somoza con los oficiales subalternos para levantar un acta en que éstos1 según las palabras de Sandoval, “se comprometían a ser solidarios en el asesinato que se iba a cometer”.

Don Gregorio Sandino, padre del mártir, y el ministro Salvatierra, declararon que mientras ellos se hallaban detenidos oyeron los disparos y que el desdichado padre del héroe comentó: “Ya están matando a Sócrates y a los otros”; y un poco más tarde, al oir otros disparos más lejanos: “Ya están matando a Augusto”.

El ministro norteamericano debió acudir inmediatamente a evitar el crimen, puesto que la vida de Sandino debía ser preciosa para el prestigio de los Estados Unidos; y ocurre que no lo hizo, sino que se presentó más allá de media noche en el cuartel donde se hallaban presos don Gregorio Sandino y el ministro Salvatierra. Por otra parte, ¿quién le dijo que se encontraban allí, siendo que ni el propio presidente Sacasa lo sabia?. Sólo una persona: Anastasio Somoza Un análisis elemental nos conduce, por de pronto, a esta conclusión: el ministro Bliss Lane supo, inmediatamente después de consumados los hechos, por boca de Somoza, que Sandino y sus compañeros habían sido asesinados. Ahora bien, ¿supo que iba a producirse ese escandaloso crimen antes de que ocurriera?; ¿lo supo después, porque él indagó o porque Somoza fue a informarle?. Cuando Somoza dijo a los oficiales reunidos en su residencia, a las siete y media de la noche, que llegaba de la Legación americana y que en una conf rencia con el ministro éste le había asegurado que “el gobierno de Washington respalda y recomíenda la eliminación de Augusto César Sandino”, ¿estaba diciendo la verdad o estaba sólo presionando a sus subalternos con la noticia de que el asesinato era una orden de Washington?. Y si dijo la verdad,

La Guardia Nacional de Nicaragua fue adiestrada para matar a Sandino y a sus hombres; se le adiestré material y lógicamente. Somoza, como Trujillo, a

 

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